martes, 30 de agosto de 2011

CUENTA ATRÁS

            María y Paula, tumbadas en el sofá una al lado de la otra, ven tranquilamente la tele. Acaban de echar un polvo, María fuma un cigarrillo y no hay nada mejor que relajarse y dejarse llevar por los anuncios de la caja tonta. María mira a su chica, ella no se da cuenta de que es observada. Un anuncio en la televisión capta, de repente, la atención de ambas: promocionan una especie de reloj, el “Backle”, que tiene la capacidad de calcular, en forma de cuenta atrás, el tiempo de vida que le queda a su poseedor.
-         ¡Vaya! – exclama María.
-        Sí, hace unos meses dijeron algo de esto por las noticias, que lo estaban desarrollando, pero daba la sensación de que se convertiría en otra de esas investigaciones que no llegarían a buen puerto.
-         Pero es increíble ¿no? Quiero decir… ¡uau! ¿Predecir qué tiempo te queda de vida?
-       No sé María… yo pienso que el ser humano necesita del libre albedrío. Vivir con la angustia de saber que te queda un tiempo limitado puede hacer que te vuelvas loco.
-      De todas formas Paula, con o sin el aparato todos sabemos que tenemos un tiempo limitado en esta vida.
-         Sí, pero vives la vida de otra forma.

Al darse cuenta de que no se pondrán de acuerdo, ambas sonríen y se dan un beso. Abrazadas sobre el sofá, María no puede quitarse de la cabeza el Backle. Le da otra calada al cigarrillo ¿Libre albedrío? Claro, lo único que te determina es que puedes cambiar tu punto de vista de la vida con ese cacharro.

Al día siguiente, un sábado, María madruga más de la cuenta para poder acercarse a algún centro comercial y así echarle el ojo al reloj mágico. De mágico tendrá poco, piensa. Aparca el coche, son las 10:02, todavía tiene tiempo de comprar el objeto e ir a casa de Paula con alguna excusa sobre su retraso.

Como era de suponer, la tienda especializada está abarrotada de gente. El centro comercial abre a las 10, pero durante las primeras dos semanas de comercialización del reloj esas tiendas abrirán a las 8 de la mañana. María no pierde más tiempo y pide turno mientras se pone a la cola. Los vendedores no dan abasto y mientras unos atienden a los clientes, otros realizan viajes desde el almacén hasta el mostrador, portando con ellos grandes cantidades del producto. Por fin, tres cuartos de hora después, a María le llega el turno de ser atendida. Por 50 euros podrá comprobar cuánto tiempo le queda en esta vida. Su corazón late con fuerza. Paga y recibe el Backle.

Corre hacia el coche. Son las 10:53. Arranca el automóvil pero no se mueve del sitio. Coge el recién adquirido objeto y lo abre. Es un reloj bastante feo, pero lo que importa es su función. María coge las instrucciones y les echa vistazo. Parece ser que el reloj funciona, una vez colocado en la muñeca, sacando dos minúsculos punzones que se clavan en la piel, la atraviesan y analizan material orgánico durante diez minutos. Es entonces cuando determina la cuenta atrás de los latidos de tu corazón. María se lo coloca y el reloj empieza a procesar la información. Arranca el coche y conduce hasta casa de Paula mientras el reloj fija una respuesta.

Enseguida llega a casa de su pareja. Detiene el coche. Es entonces cuando mira su reloj. Ahí está: “72 años”. ¡Genial! María rompe a reír en su coche. Todavía le quedan siete décadas de vida. Qué alivio. Ahora piensa en todas aquellas cosas que puede hacer sin preocuparse por su vida. Siente lo que realmente significa la palabra libertad. Se enciende un cigarrillo y le pega un tiro largo. Sonríe de nuevo. Tengo muchos años para dejar de fumar, piensa ella. Con el cigarrillo en la boca, se quita el reloj, se lo guarda en el bolso, sale del coche, y se dirige al portal de Paula. Sube hasta el octavo piso y pica al timbre. Su novia le abre la puerta.
-         Enseguida estoy – dice con una sonrisa – pasa. Hoy nos hemos dormido las dos ¿eh?

María entra en el piso. No puede estar más feliz: le espera una larga vida y con la persona amada. Sabe que la amará siempre porque es capaz de verla tal cual es: inteligente pero torpe, cuadriculada pero muy desordenada. Sólo hay que ver cómo tiene la mesa de papeles, piensa María, qué cantidad de montones. Pero sonríe porque vuelve a pensar en que aún con esas minucias la desea y la ama. Paula ya está lista. María siente de repente un gran calentón, una euforia que recorre sus músculos y sus huesos hasta su entrepierna. Se lanza sobre Paula, dispuesta a disfrutar del sexo más salvaje.

Y así es. Dos horas después ambas yacen desnudas en la cama. Paula dormida, y María observándola, se enciende otro cigarrillo. Algún día, se dice para sus adentros. Mira a Paula. ¿Cuánto tiempo le quedará a ella? No se podrá quitar esa idea de la cabeza y lo sabe. Así que decide coger del bolso el reloj y colocárselo sin despertarla. Su corazón está taquicárdico. Su respiración se agita. Ahora a esperar. Mientras pasan los insufribles minutos decide vestirse. Busca la ropa interior, arrancada ferozmente, luego la camisa y el tejano. Por fin las chanclas. Se recoge la melena en una coleta y se decide a comprobar el reloj. Su corazón late con más fuerza ahora. Coge la muñeca de Paula y observa. De repente María deja de respirar, y su corazón se detiene por un segundo. El tiempo también parece detenerse. No puede ser. A Paula le quedan cinco minutos. Le quita rápidamente el reloj y se lo vuelve a guardar mientras su pareja se despierta.
- Vaya una me has dado, ¿no? – dice Paula feliz.

De pronto se escucha un sonido estremecedor que proviene de la calle. Ambas se asoman por la ventana. Al parecer dos coches habían colisionado justo delante de la portería de Paula. Esta se viste rápidamente para bajar a ayudar, pero a María no le hace ninguna gracia esa idea, aunque antes de poder decir nada Paula se levanta rápidamente de la cama y resbala con la zapatilla.
-         ¿Estás bien? – pregunta una María preocupada.
-         Mierda, creo que me he torcido el pie.
-         Bueno no te preocupes ponte hielo mientras yo voy a echar un vistazo a ver qué ha pasado. Tú quédate aquí.
-         De acuerdo.

María suelta el bolso y se dispone a bajar, preparada para ver cualquier cosa: heridos, muertos, coches a punto de explotar…  ¡Mierda! Cuando está a punto de salir por la puerta, vuelve y apoya el cigarrillo en el cenicero de la mesa. Por favor, reza María a algún oyente místico, si consigues que salgamos bien de ésta te juro que dejo de fumar, te lo juro. Quizás, piensa ella, acaba de cambiar el destino. Quizás estaba predestinado que Paula muriera abajo, y ahora ella la salvaría. ¿Significaba eso que María iba a morir sustituyéndola? Un escalofrío recorre su cuerpo mientras sale del piso cerrando la puerta tras de sí. Piensa en ello. ¿Ha deformado el destino? Una inseguridad inunda su mente mientras baja los pisos. Cuando llega a la planta baja decide esconderse. Sabe que hay heridos, pero no puede arriesgarse a que de repente explote un coche y sea ella quien muera. Así que se sienta en un escalón a esperar. Y esperar. Y esperar.

Al cabo de unos minutos, cuando llega la ambulancia, se desencadena una explosión en el piso de Paula. Todos gritan y se asustan. María está paralizada. No entiende nada. Y de nuevo otra explosión. Esta vez vuelve en sí y sube corriendo los ocho pisos. Por fin llega hasta la puerta. Está cerrada, pero observa cómo hay humo ennegrecido colándose por las ranuras del marco.
-         ¡PAULA! ¡POR FAVOR PAULA ABRE LA PUERTA! ¡¡PAULA!! – grita llorando y aporreando la puerta. Pero nada. - ¡¡¡¡PAULA!!!

Nadie abre la puerta. María intenta echarla abajo pero no lo consigue hasta que llegan unos vecinos y entre todos la derriban. Hay fuego por todas partes pero María entra dispuesta a buscar a Paula. Siente las llamas sobre su cuerpo aunque la adrenalina que corre por sus venas mengua el dolor. De pronto observa la figura inerte de Paula en el suelo, ardiendo en llamas.
-         ¡¡NO!! ¡¡PAULA NO!! ¡¡JODER PAULA!!
 
Los vecinos sacan como pueden del piso a María. Se ha cumplido. La profecía se ha cumplido. María no ha deformado el destino, siempre ha sido así. Estaba escrito que ella comprara el reloj y dejara sola a Paula. Lo peor es saber que la cusa de la muerte de Paula ha sido el cigarrillo que María dejó sobre la mesa que estaba a rebosar de papeles que, seguramente, prendieron con el pitillo encendido. Y María vivirá los 72 años que le quedan con esa herida en el corazón. Vivirá esos años en soledad con el recuerdo de un amor que por su culpa murió. Vivirá con las heridas mentales pero también físicas, graves quemaduras por todo el cuerpo que la dejarán inválida por el resto de sus días. Vivirá siete décadas con el corazón hecho añicos, pensando de qué le sirven tantos años si tiene que vivirlos de esa forma.

4 comentarios:

  1. Dios... como siempre, impresionante... con la piel de gallina...

    Hay cosas que es mucho mejor dejárselas al azar y nosotros simplemente vivir :).

    Increíble!!

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  2. Ya sabes quien soy, es que no se porqué no me deja comentar con mi perfil... :(

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  3. El destino no se puede cambiar, lo que tenga que suceder sucederá... mejor vivir sin pensar en lo que pasará.
    Immmmmpresionante

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